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Lo que me encontré en un remoto arrecife del mar de la China Meridional me dejó confundido y conmocionado.
Me habían dicho que los pescadores chinos estaban deliberadamente destruyendo los corales cerca de unos atolones controlados por Filipinas en las islas Spratly, pero no quería creerlo.
"Pasa día y noche, mes tras mes", me dijo un alcalde filipino en la isla de Palawan.
"Me parece que es deliberado. Es como que no estuvieran castigando al destruir nuestros arrecifes".
No me lo tomé en serio, pensé que debía ser palabrería antichina de un político que culpa de todo lo que no le gusta al vecino.
Pero más tarde, según nuestro pequeño avión descendía hacia el islote filipino de Pagasa, miré por la ventanilla y lo vi.