miércoles, 12 de octubre de 2022

Trabajar menos









La felicidad de trabajar cuatro días a la semana: “Me tendrían que pagar el doble para volver al horario anterior” La propuesta para reducir las horas sin perder salario se abre paso en España. Industria lanza un plan para subvencionar la medida y estudiar si se puede mantener la productividad sin estresar más al empleado EMILIO SÁNCHEZ HIDALGOCRISTINA GALINDO. El País Madrid - 19 JUN 2022 - 05:45Actualizado:19 JUN 2022 - 08:46 CEST El lunes es un día feliz para Sara Cabrerizo. “Me levanto tarde los lunes, una fantasía. Luego voy al gimnasio o a natación con mi madre, hago recados… lo que me cuadre”, explica en la oficina de Good Rebels en Madrid. Esta agencia de marketing digital es una de las pocas empresas que en España aplican la jornada de cuatro días, 32 horas a la semana en vez de 40. “Mi vida ha cambiado a mejor de forma brutal”, añade esta trabajadora de 25 años. Comparte opinión con su compañera de la misma edad, Inés Aguilar, que libra los viernes desde el año pasado. Ambas cobran lo mismo que cuando trabajaban cinco días a la semana. Los trabajadores de la empresa granadina Grupo Deluxe, dedicada a productos para el tratamiento de agua, son muy convincentes. “Me tendrían que pagar el doble para irme a otra empresa. No sabes qué chasco sería volver a los cinco días”, dice la administrativa Verónica Ávila, de 40 años. La semana laboral de cuatro días se abre camino en España, aunque en un porcentaje muy minoritario: el número de empresas que lo hacen no llega a las dos docenas. El Ministerio de Trabajo no ha contabilizado cuántas hay. Mientras que el de Industria ha iniciado esta semana el trámite para que 150 empresas prueben el sistema, siempre sin rebaja salarial (en firmas como Telefónica o Desigual existe, pero implica menos sueldo). El objetivo es probar si la reducción de los tiempos de trabajo, manteniendo los mismos sueldos, es asumible por parte de las empresas y no merma su productividad ni sus márgenes. No son las únicas iniciativas de estas características. En el Reino Unido se acaba de poner en marcha un experimento en esa línea, el mayor sobre esta cuestión, y durante seis meses 73 empresas, con un total de 3.000 empleados, aplicarán el esquema 100-80-100, es decir, 100% de salario, 80% del tiempo de trabajo y 100% de efectividad. Los investigadores de varias universidades, como Cambridge y Oxford, observarán también cómo responden los empleados a diversos factores, como el estrés añadido, la satisfacción laboral, la salud, el sueño y los niveles de bienestar. Ese estrés extra es uno de los principales riesgos que señalan los detractores. “A mí no me pasa, pero entiendo que a algunas personas les puede estresar un poco más”, considera Juanmi Díez, de 33 años, empleado en Good Rebels, que al principio dudaba de que el proyecto prosperase: “Me parecía un disparate porque pensaba que nosotros ya teníamos suficiente libertad para gestionar nuestro tiempo. Estaba equivocado. O fuerzas el marco mental de que el viernes no trabajas o no acostumbras a los compañeros y a tus clientes”. Joan Sanchis, profesor asociado de Economía Aplicada en la Universitat de València, asesor de la Conselleria de Economía Sostenible de la Generalitat Valenciana (que prepara un plan similar al estatal) y autor de Quatre dies. Treballar menys per viure en un món millor (Sembra Llibres, 2022), cree que si el trabajador está más agobiado, es que la empresa aplica mal la jornada de cuatro días: “Si la gente va a estar más cansada, esto no sirve de nada. Lo importante es innovar para corregir las ineficiencias y que ello repercuta en la productividad. Podemos hacer lo mismo en menos tiempo sin agobiar al trabajador”. Sanchis recurre a los datos de la OCDE para justificar su afirmación: los empleados de España están entre los que más horas dedican al trabajo, pero su productividad es baja en comparación con países como Alemania o el Reino Unido. En España se trabaja 1.577 horas de media al año, 245 más que en Alemania y 210 más que en el Reino Unido, pero estos países generan más riqueza. Producir lo mismo en menos horas Falta por ver si este tipo de iniciativas solo resultan viables en empresas a las que les va bien el negocio, que además no tienen plantillas muy grandes y cuyos propietarios muestran sensibilidad por los temas de conciliación, o puede generalizarse. Para los sindicatos es positivo hablar del tiempo de trabajo y en las negociaciones de los convenios siempre se presiona para lograr mejoras. “Es una reivindicación fundamental y en muchos convenios hemos pasado de 40 horas a 35 o 37,5″, explica Carlos Gutiérrez, secretario de Estudios y Formación de CC OO. Pero considera que el tema es más amplio que la semana de cuatro días. “Hay dos temas fundamentales: primero hay que asegurar que la gente cumple su jornada efectiva y que no hace horas de más. En este sentido, también hay que controlar el fraude que se produce en los contratos a tiempo parcial. Por ejemplo, te contratan para trabajar cuatro horas al día y se trabajan muchas más horas. En segundo lugar, hay que distribuir la jornada mejor, los empresarios tienen mucha capacidad para imponer jornadas irregulares que terminan impactando muy negativamente en la vida de las y los trabajadores”, cuenta. Gutiérrez ve positivo que se hable de la semana de cuatro días, pero no cree que vaya a ser muy extensiva su aplicación. Hay modalidades, además, muy cuestionadas, como el caso belga. En ese país, el Gobierno prepara una reforma laboral que permite, previo acuerdo entre la empresa y el sindicato, trabajar cuatro días, las mismas horas, con jornadas de entre 9,5 y 10 horas diarias. “Es una aberración, entre ir y volver a casa, son jornadas muy largas”, opina Gutiérrez. Un caso de éxito es el de Islandia que, entre 2015 y 2019, realizó un experimento para pagar a los empleados lo mismo, pero trabajando solo cuatro días y la productividad se mantuvo o mejoró. El 86% de la fuerza laboral islandesa ha adoptado el nuevo horario o tiene derecho a hacerlo. En Nueva Zelanda también se han llevado a cabo algunos pilotos y los resultados no siempre han sido satisfactorios. Un estudio de las profesoras Helen Delaney y Catherine Casey, de la Universidad de Auckland, concluyó que, tras el cambio de jornada, algunos empleados sintieron que el trabajo era más estresante y que recibían más presiones de sus superiores para cumplir con los objetivos. Había menos descansos y socializaban menos, lo que para algunos era perfecto y a otros los dejaba hechos polvo. “La cuestión de fondo”, finaliza Sanchis, “es revisar el papel del trabajo en nuestras vidas y hablar del derecho al tiempo. La realidad económica se está transformando. Ahora la jornada de cuatro días puede parecer una anécdota, pero está calando de forma muy rápida desde la pandemia, que nos hizo replantearnos casi todo. Es posible trabajar de otra manera y sobre esa certeza está floreciendo una alternativa al presencialismo y a echar horas sin sentido”. Como, por ejemplo, dedicar menos tiempo a la pausa de la comida, impulsar el trabajo híbrido o preguntarse antes de convocar una reunión: ¿se podría solucionar con un correo electrónico?

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