Tecnología culinaria: comer carne, pero sin animales
Google o Bill Gates invierten en tecnología para crear 'carne limpia' sin los inconvenientes de la ganadería
Algunos proyectos cultivan células musculares de animales (obtenidas de biopsias); otros prescinden por completo de material animal
De momento hay comercializadas hamburguesas vegetales; se trabaja en desarrollar otras de cultivo, y una carne de pollo sin crianza de aves
Algunos proyectos cultivan células musculares de animales (obtenidas de biopsias); otros prescinden por completo de material animal
De momento hay comercializadas hamburguesas vegetales; se trabaja en desarrollar otras de cultivo, y una carne de pollo sin crianza de aves
Cada vez hay más gente que decide alimentarse
sin llevarse a la boca productos de origen animal por diferentes
razones: éticas, por respeto a los animales, sanitarias, nutricionales,
religiosas o de estilo de vida. Lo cual supone un reto, dado que una
buena parte de la cultura culinaria mundial está tradicionalmente basada
en consumir y cocinar productos animales, desde carne a pescado pasando
por derivados de la leche o huevos.
Esto puede
limitar los placeres de la mesa para quienes optan por abandonar por
completo los alimentos de origen animal; tan difícil puede resultar que
existen numerosos preparados
que intentan con mayor o menor fortuna imitar los sabores y texturas de
alimentos de origen animal hechos a partir exclusivamente de plantas.
Una nueva generación de tecnología culinaria trabaja para resolver este
problema desarrollando productos para que sean saludables, sabrosos y
equiparables a los tradicionales pero sin utilizar ninguna sustancia de
origen animal.
Carne sin sistema nervioso
Uno de los intentos
más conocidos es el cultivo en laboratorio para obtener un producto muy
similar a la carne picada pero que jamás ha formado parte de un animal
como tal. Se trata de cultivar in vitro células musculares tomadas
originalmente de un animal (mediante biopsia) y cultivadas en
laboratorio. Sería por tanto carne éticamente correcta, ya que siendo verdaderas proteínas animales no ha sido nunca parte de un animal vivo con sistema nervioso y sentiencia. Algunas de las empresas que trabajan para desarrollar en el mercado este tipo de carne la han bautizado como ‘carne limpia’.
En 2013 se llevó a cabo la primera prueba; un laboratorio holandés
consiguió cultivar suficiente carne para hacer un par de hamburguesas y
probarlas en público como demostración publicitaria.
En aquel momento el coste era desorbitado: los procedimientos técnicos
necesarios eran caros y no se había puesto a punto un sistema de
producción en masa para reducir los costes mediante economía de escala.
Aquella primera demostración fue financiada por Sergey Brin, cofundador
de Google, con 325.000 dólares: un precio ciertamente prohibitivo para
una hamburguesa pero interesante como prueba de concepto. Desde entonces
ha pasado mucho tiempo, y el precio actual de la cantidad de carne
cultivada necesaria para una hamburguesa se ha reducido hasta los 12 dólares; mucho más razonable.
El sabor y la textura de la carne –han descubierto los investigadores–
no sólo dependen de las células musculares sino también de una adecuada
mezcla de grasas; conseguir una hamburguesa comparable a las de carne de
animal no se limita a crear células musculares. Por eso y por la
necesaria optimización del proceso de fabricación, no se espera que esta
técnica sea comercialmente viable hasta dentro de algunas décadas.
En cambio, Memphis Meats, una compañía que utiliza albóndigas como demostración de sus técnicas,
espera desarrollar carne picada ‘limpia’ comercialmente viable en unos
cinco años. Su principal reclamo comercial es la salud: su carne
cultivada en laboratorio carecerá de aditivos, antibióticos y
contaminantes de cualquier tipo. Además será más ecológica, ya que cada
caloría de su producto precisará tres calorías de materias primas frente
a las 23 que necesita la ganadería convencional.
La promesa de la empresa israelí SuperMeat
es más radical todavía: su objetivo es conseguir carne de pollo 100%
cultivada e indistinguible de la extraída del animal. SuperMeat quiere
extraer células de animales, cultivarlas en laboratorio y –el paso más
importante– organizarlas en una especie de tejido artificial
tridimensional de modo que el conjunto tenga la textura de la carne
real, algo que espera desarrollar para 2021.
El proyecto ha conseguido 100.000 dólares en el sitio de crowdfunding
indieagogo para las primeras etapas de investigación, pero ahora
necesita otros 500.000 para desarrollar la tecnología de creación de
tejido. Como veremos después, no resultará sencillo conseguir imitar las
sensaciones en la boca que proporciona la carne real, pero el objetivo
es ambicioso: SuperMeat calcula que su producto usará un 1% del espacio y
un 10% del agua y emitirá un 10% del CO2 que hoy necesita la carne de
pollo convencional. Y sin dañar a ningún animal.
No
cabe duda de que la carne ‘limpia’ o cultivada carece de algunos de los
inconvenientes sanitarios, ecológico/económicos y morales de la carne
convencional. Para algunos su desarrollo e implementación a gran escala
es un imperativo ético, una necesidad si pretendemos seguir consumiendo este tipo de productos.
Pero no faltan los críticos. Hay quien encuentra inconvenientes como
que la carne cultivada no respeta a los animales, que reducirá el número
de animales vivos o que podría derivar en una forma de canibalismo (si
se usaran células humanas como semilla). A la larga una combinación de
razones económicas y culturales decidirá el futuro de este alimento.
Carne sin células animales
La carne, como alimento, no es sólo un conjunto de proteínas, grasas y
tejido conectivo: es un estado del espíritu. Literalmente: los sabores y
sensaciones que evoca un jugoso filete de ternera o una oronda
hamburguesa provista de su adecuada sazón están en nuestro cerebro.
De hecho resulta bastante difícil definir, y no digamos capturar,
algunas de esas sensaciones: las moléculas responsables nacen de la
interacción de determinados componentes de la carne con el calor durante
el proceso de preparación y tienen que ver con procesos como la Reacción de Maillard.
Lo que percibimos como sabor a carne es una construcción de la mente a
partir de sustancias nacidas del músculo y el fuego. Si consiguiésemos
reconstruir esas sustancias, junto a las adecuadas texturas, sería
posible conseguir la sensación de la carne pero sin carne: 100% a partir
de productos de origen vegetal. Este es el ambicioso objetivo de Impossible Foods, una startup de Silicon Valley creada por una estrella científica.
Patrick O. Brown
era hasta hace poco profesor de Bioquímica en la Universidad de
Stanford y su carrera es de las que quitan el hipo; ha sido cocreador de
técnicas de miroarrays de ADN para estudiar el cáncer y miembro
fundador de la Public Library of Science, entre otras cosas.
Pero además Brown es vegetariano desde los años 70 y vegano al menos
desde 2004, y durante un periodo sabático decidió estudiar el problema
de cómo abordar nuestra intensa y aparentemente endógena querencia por
la carne desde el punto de vista de alguien que rechaza comer productos
animales.
Su investigación preliminar le llevó a conseguir financiación para crear la empresa Impossible Foods, que ya ha sido capaz de crear una hamburguesa completamente vegetal que ha sorprendido a quienes la han probado.
La investigación de Impossible Foods concluyó que un factor fundamental
del ‘sabor a carne’ es la interacción de la hemoglobina sanguínea con
el fuego, especialmente el grupo hemo que forma su núcleo funcional. Sin
esta molécula y sus derivados, el resto de las propiedades
organolépticas pueden replicarse, pero el paladar echa algo de menos.
Para resolver el problema la empresa buscó una fuente vegetal de
hemoglobina que encontró en las raíces de ciertas leguminosas tratadas
mediante una técnica de fermentación.
Con este y otros materiales de origen estrictamente vegetal se compuso la ‘Impossible Burger’ que puede probarse en un restaurante neoyorquino
con cierta división de opiniones entre los parroquianos. Algunos
comensales consideran que puede pasar por verdadera carne, mientras
otros destacan la diferencia; algo en realidad no muy sorprendente, dado
que lo que sabemos altera nuestras percepciones del sabor.
El parecido es en todo caso suficiente como para que Google haya
intentado comprar la empresa (sin éxito) y para que inversores de lujo
del sector tecnológico (Bill Gates, entre otros) hayan invertido más de
182 millones de dólares en ella. La empresa también trabaja en
desarrollar versiones vegetarianas de otros productos de origen animal
como derivados lácteos, pollo, cerdo o pescado.
Todo
ello, destacan, 100% libre de antibióticos, hormonas y colesterol, y
también de alérgenos como las nueces (aunque sí puede contener gluten).
Lo más sorprendente: se trata de hamburguesas 100% veganas. La cuadratura de un complicado círculo.
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