Guardianes de la química doméstica y los olores de antes
Aún sobreviven droguerías con más de un siglo de historia por toda España. Testigos de otro tiempo, cuando elaboraban sus propias fórmulas en la trastienda, hoy se diferencian por su consejo experto y por vender insólitos productos que solo ellos tienen
Josep Boter recuerda que, cuando era pequeño, muchos vecinos de Badalona (Barcelona) acudían a la droguería de su abuelo con un cubo para que se lo llenasen de la pintura especial que elaboraban en la trastienda. Una pintura fabricada con tan solo cuatro ingredientes: “Almidón de maíz, sosa cáustica, agua y un pigmento que normalmente era algún tipo de tierra”, rememora Boter, de 62 años, ahora al frente del negocio que fundó su abuelo en 1924. Paz Encinas servía a sus vecinos de Salamanca lejía a granel como quien despachaba jabón o colonia, sin más protección que un mandil. “Hoy sería impensable manipularla sin guantes ni gafas”, expresa esta mujer de 92 años, que aún se levanta cada mañana para vender detergentes, semillas y perfumes en La Cibeles, su casi centenario comercio del centro de la ciudad.
El negocio de las droguerías ha cambiado, como lo han hecho las costumbres, los clientes, los barrios e incluso el nombre de las calles, pero varios de estos comercios veteranos aún perviven después de ochenta o cien años. Son esos negocios de siempre que han sabido encontrar su hueco adaptándose a los tiempos sin olvidarse de sus tradiciones ni de las necesidades de sus vecinos, ofreciéndoles soluciones a sus problemas cotidianos: “Todavía algún nostálgico nos pide que le hagamos la fórmula de la pintura”, remarca Boter. Para Encinas, la clave está en conocer a la clientela, lo que después de tantos años es algo natural: “Siempre agradecen que les des buen consejo”.
¿Cómo era la primera droguería?
Un negocio con ocho siglos de historia
Siglo XIII
Primeros gremios de boticarios en Europa. Los drogueros solían formar parte de ellos. Es el caso de Francia, donde también entraban los especieros, herbolarios y cereros. En Italia, además, ejercían de enterradores. Los boticarios elaboraban medicamentos a partir del conocimiento de griegos y musulmanes. Los drogueros, generalmente, proporcionaban las materias primas (drogas) a los boticarios y comercializaban productos con otros fines, como el tintado de prendas.
Siglo XV
No se tiene constancia de la primera droguería de España, pero sí de la primera farmacia: se establece en Llívia (Girona) en 1415. El negocio se mantuvo en la familia Esteve por 23 generaciones hasta que cerró en 1942. Hoy es un museo dedicado a la farmacia. Las boticas y almacenes se llenan de sorprendentes productos, como la piedra beozar, cálculo del aparato digestivo de los rumiantes a la que se le atribuían propiedades curativas, o el aceite obtenido por la maceración al sol de escorpiones.
Siglo XVI
El emperador del Sacro Imperio Romano Carlos V intenta poner orden en el ámbito de las farmacias y prohíbe a drogueros y especieros el acceso al examen de boticario. Se determina que solo podrán presentarse médicos, cirujanos (era una profesión diferente) y estudiantes de farmacia, siempre que reúnan los siguientes requisitos: hombre de más de 25 años, saber latín y tener como mínimo cuatro años de práctica en una botica.
Siglo XVI
En 1567 se crea en Barcelona el Colegio de Drogueros y Confiteros, que incluye a los que fabrican y comerciaban drogas, especias y confituras para su uso en alimentación, medicina y tinte. Estuvo activo hasta 1880.
Siglo XVII
En Madrid, el gremio de los drogueros se integra en la corporación de los Cinco Gremios Mayores, creada en 1667 con el objetivo de mantener el monopolio de la importación, producción y distribución de los productos, además de ejercer de banco. Su sede estuvo desde 1791 en el edificio de la plaza de Jacinto Benavente conocido como Compañía de los Cinco Gremios Mayores. La corporación estuvo activa hasta 1808.
Siglo XIX
La línea entre lo que venden las farmacias y las droguerías se desdibuja con el tiempo. Por eso, el Gobierno publica en 1860 en La Gaceta de Madrid (precursora del Boletín Oficial del Estado, el BOE) las ordenanzas que determinan qué puede vender cada una: “Los drogueros pueden vender en rama o polvo todos los objetos naturales, drogas y productos químicos que tienen uso en las artes, aunque lo tengan también en medicina”.
Siglo XX
Llegan a las droguerías fórmulas y productos ya elaborados, que no hace falta confeccionar en la trastienda y comercializados a través de marcas, como el limpiametales más popular del mercado a principios de siglo, Netol, o la lejía Conejo, lanzada hace 135 años y vendida hasta mediados del siglo pasado en cristal y con tapón de corcho.
Siglo XX
A medida que avanza la centuria, proliferan las droguerías con espacio para los artículos de cosmética y perfumería: de elixires para el cabello a la célebre cold cream, una crema hecha a partir de cera de abejas, grasas vegetales y aromas, que quedó inmortalizada en el chotis Pichi, perteneciente a la revista musical Las leandras, de 1931: “¡Anda y que te ondulen con la permanén. Y pa suavizarte que te den col-crem!”.
Años 70
La aparición de supermercados y grandes superficies afecta al pequeño comercio, grupo al que pertenecían las droguerías. Para sobrevivir recurren a la especialización, como la venta minorista de productos químicos para diversas industrias y artes (pintura, restauración y gastronomía) o la de perfumería y la cosmética.
Fuentes: Historia de la Farmacia, de María José Pérez-Fontán; Ramón Rovira y Pascual Bailón Hergueta Megino, farmacéutico.
Siglo XIII
Primeros gremios de boticarios en Europa. Los drogueros solían formar parte de ellos. Es el caso de Francia, donde también entraban los especieros, herbolarios y cereros. En Italia, además, ejercían de enterradores. Los boticarios elaboraban medicamentos a partir del conocimiento de griegos y musulmanes. Los drogueros, generalmente, proporcionaban las materias primas (drogas) a los boticarios y comercializaban productos con otros fines, como el tintado de prendas.
Siglo XV
No se tiene constancia de la primera droguería de España, pero sí de la primera farmacia: se establece en Llívia (Girona) en 1415. El negocio se mantuvo en la familia Esteve por 23 generaciones hasta que cerró en 1942. Hoy es un museo dedicado a la farmacia. Las boticas y almacenes se llenan de sorprendentes productos, como la piedra beozar, cálculo del aparato digestivo de los rumiantes a la que se le atribuían propiedades curativas, o el aceite obtenido por la maceración al sol de escorpiones.
Siglo XVI
El emperador del Sacro Imperio Romano Carlos V intenta poner orden en el ámbito de las farmacias y prohíbe a drogueros y especieros el acceso al examen de boticario. Se determina que solo podrán presentarse médicos, cirujanos (era una profesión diferente) y estudiantes de farmacia, siempre que reúnan los siguientes requisitos: hombre de más de 25 años, saber latín y tener como mínimo cuatro años de práctica en una botica.
Siglo XVI
En 1567 se crea en Barcelona el Colegio de Drogueros y Confiteros, que incluye a los que fabrican y comerciaban drogas, especias y confituras para su uso en alimentación, medicina y tinte. Estuvo activo hasta 1880.
Siglo XVII
En Madrid, el gremio de los drogueros se integra en la corporación de los Cinco Gremios Mayores, creada en 1667 con el objetivo de mantener el monopolio de la importación, producción y distribución de los productos, además de ejercer de banco. Su sede estuvo desde 1791 en el edificio de la plaza de Jacinto Benavente conocido como Compañía de los Cinco Gremios Mayores. La corporación estuvo activa hasta 1808.
Siglo XIX
La línea entre lo que venden las farmacias y las droguerías se desdibuja con el tiempo. Por eso, el Gobierno publica en 1860 en La Gaceta de Madrid (precursora del Boletín Oficial del Estado, el BOE) las ordenanzas que determinan qué puede vender cada una: “Los drogueros pueden vender en rama o polvo todos los objetos naturales, drogas y productos químicos que tienen uso en las artes, aunque lo tengan también en medicina”.
Siglo XX
Llegan a las droguerías fórmulas y productos ya elaborados, que no hace falta confeccionar en la trastienda y comercializados a través de marcas, como el limpiametales más popular del mercado a principios de siglo, Netol, o la lejía Conejo, lanzada hace 135 años y vendida hasta mediados del siglo pasado en cristal y con tapón de corcho.
Siglo XX
A medida que avanza la centuria, proliferan las droguerías con espacio para los artículos de cosmética y perfumería: de elixires para el cabello a la célebre cold cream, una crema hecha a partir de cera de abejas, grasas vegetales y aromas, que quedó inmortalizada en el chotis Pichi, perteneciente a la revista musical Las leandras, de 1931: “¡Anda y que te ondulen con la permanén. Y pa suavizarte que te den col-crem!”.
Años 70
La aparición de supermercados y grandes superficies afecta al pequeño comercio, grupo al que pertenecían las droguerías. Para sobrevivir recurren a la especialización, como la venta minorista de productos químicos para diversas industrias y artes (pintura, restauración y gastronomía) o la de perfumería y la cosmética.
Fuentes: Historia de la Farmacia, de María José Pérez-Fontán; Ramón Rovira y Pascual Bailón Hergueta Megino, farmacéutico.
Siglo XIII
Primeros gremios de boticarios en Europa. Los drogueros solían formar parte de ellos. Es el caso de Francia, donde también entraban los especieros, herbolarios y cereros. En Italia, además, ejercían de enterradores. Los boticarios elaboraban medicamentos a partir del conocimiento de griegos y musulmanes. Los drogueros, generalmente, proporcionaban las materias primas (drogas) a los boticarios y comercializaban productos con otros fines, como el tintado de prendas.
Siglo XV
No se tiene constancia de la primera droguería de España, pero sí de la primera farmacia: se establece en Llívia (Girona) en 1415. El negocio se mantuvo en la familia Esteve por 23 generaciones hasta que cerró en 1942. Hoy es un museo dedicado a la farmacia. Las boticas y almacenes se llenan de sorprendentes productos, como la piedra beozar, cálculo del aparato digestivo de los rumiantes a la que se le atribuían propiedades curativas, o el aceite obtenido por la maceración al sol de escorpiones.
Siglo XVI
El emperador del Sacro Imperio Romano Carlos V intenta poner orden en el ámbito de las farmacias y prohíbe a drogueros y especieros el acceso al examen de boticario. Se determina que solo podrán presentarse médicos, cirujanos (era una profesión diferente) y estudiantes de farmacia, siempre que reúnan los siguientes requisitos: hombre de más de 25 años, saber latín y tener como mínimo cuatro años de práctica en una botica.
Siglo XVI
En 1567 se crea en Barcelona el Colegio de Drogueros y Confiteros, que incluye a los que fabrican y comerciaban drogas, especias y confituras para su uso en alimentación, medicina y tinte. Estuvo activo hasta 1880.
Siglo XVII
En Madrid, el gremio de los drogueros se integra en la corporación de los Cinco Gremios Mayores, creada en 1667 con el objetivo de mantener el monopolio de la importación, producción y distribución de los productos, además de ejercer de banco. Su sede estuvo desde 1791 en el edificio de la plaza de Jacinto Benavente conocido como Compañía de los Cinco Gremios Mayores. La corporación estuvo activa hasta 1808.
Siglo XIX
La línea entre lo que venden las farmacias y las droguerías se desdibuja con el tiempo. Por eso, el Gobierno publica en 1860 en La Gaceta de Madrid (precursora del Boletín Oficial del Estado, el BOE) las ordenanzas que determinan qué puede vender cada una: “Los drogueros pueden vender en rama o polvo todos los objetos naturales, drogas y productos químicos que tienen uso en las artes, aunque lo tengan también en medicina”.
Siglo XX
Llegan a las droguerías fórmulas y productos ya elaborados, que no hace falta confeccionar en la trastienda y comercializados a través de marcas, como el limpiametales más popular del mercado a principios de siglo, Netol, o la lejía Conejo, lanzada hace 135 años y vendida hasta mediados del siglo pasado en cristal y con tapón de corcho.
Siglo XX
A medida que avanza la centuria, proliferan las droguerías con espacio para los artículos de cosmética y perfumería: de elixires para el cabello a la célebre cold cream, una crema hecha a partir de cera de abejas, grasas vegetales y aromas, que quedó inmortalizada en el chotis Pichi, perteneciente a la revista musical Las leandras, de 1931: “¡Anda y que te ondulen con la permanén. Y pa suavizarte que te den col-crem!”.
Años 70
La aparición de supermercados y grandes superficies afecta al pequeño comercio, grupo al que pertenecían las droguerías. Para sobrevivir recurren a la especialización, como la venta minorista de productos químicos para diversas industrias y artes (pintura, restauración y gastronomía) o la de perfumería y la cosmética.
Fuentes: Historia de la Farmacia, de María José Pérez-Fontán; Ramón Rovira y Pascual Bailón Hergueta Megino, farmacéutico.
Siguiente
Anterior
Las droguerías han ejercido de gabinetes de las maravillas del mundo de la química. En ellas se han vendido productos de lo más variopinto. Desde algo tan doméstico como el bicarbonato o la lejía, a la excepcionalidad de la pólvora o el mortal arsénico. Antes, este veneno estaba presente en multitud de productos.
Hasta los años 60 el arsénico se usaba para elaborar matarratas y matahormigas. Ahora su uso está extremadamente limitado, se usa en joyería y en algunos productos agrícolas, destaca Boter. Lo mismo ocurre con el peróxido de hidrógeno, utilizado en tintes, o el ácido clorhídrico (“el famoso salfumán”, señala el droguero), productos químicos considerados precursores de explosivos. Para comprarlos hoy, los clientes han de identificarse y la droguería ha de solicitar autorización al Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO): “Se deben rellenar varios formularios y esperar la respuesta”, explica.
Otros productos directamente han desaparecido de los catálogos de las droguerías, prohibidos por ley por sus efectos en la salud y que convertían la de droguero en una profesión de riesgo. Ramón Segarra, dueño de la droguería Rovira de Barcelona, menciona el DDT (dicloro difenil tricloroetano) usado en la agricultura para controlar plagas y de manera doméstica empleado en espráis antimosquitos. En las trastiendas, el DDT concentrado solía rebajarse con un disolvente sin olor.
Las bolitas de alcanfor para la prevención de insectos también han dejado de estar presente en las estanterías de estos negocios y poco a poco en los armarios de los españoles. Resulta sorprendente que hasta los años 90 este artículo se vendiera envuelto en papel celofán como si fuera un caramelo. Este artículo elaborado con naftalina, un derivado del petróleo, no se degrada y resulta irritante para las vías respiratorias y los ojos. Para Encinas es difícil de asimilar que de repente un producto de siempre sea dañino, pero reconoce que siempre es una buena noticia “porque la salud es lo primero”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario